Descubriendo Cáceres. Otra experiencia Gastronómadas

Vista de CáceresVista de Cáceres. Foto: Ayuntamiento de Cáceres

Cáceres es probablemente una de las capitales de provincia española que más me emocionan. Hace años que no iba, pero en mi recuerdo perduraba la imagen de su sorprendente casco histórico, repleto de murallas, torres y almenas, con la Historia tan presente. Una tierra cuna de conquistadores, que recibió el título de Ciudad en 1882, de manos del rey Alfonso XII, y que a su paso por ella, sientes el peso de los siglos, te transportas a épocas pasadas, y casi puedes ver a nobles con capa y espada caminando por sus callejas.

¿Qué viene a vuestra mente cuando pensáis en Cáceres? Imagino que visualizáis una ciudad antigua, tradicional y un poco anclada en el pasado, con su impresionante casco antiguo y su magnífica Plaza Mayor, rodeada de palacios y casas señoriales, con un laberinto de callejuelas plagadas de iglesias y fachadas con escudos y blasones…

¿Y cómo imagináis su gastronomía? Supongo que se os viene a la cabeza las migas y el zorongollo, el pimentón de la Vera, la torta del Casar, el cordero y el cochinillo fritos, las perrunillas, los pestiños y las flores con miel. Cocina de caza, pastoril y conventual.

Pues no. Más bien sí y no. Cáceres es todo lo anterior, y mucho más. No es esa ciudad anclada en el pasado, aunque sepa conservar a la perfección su legado histórico. Alberga ferias de arte tan importantes como la de Foro Sur, y acoge numerosas galerías de artistas de vanguardia, además de celebrar uno de los festivales de música y arte más conocidos, el WOMAD.

Y en cuanto a gastronomía, no todas las ciudades pueden presumir de contar con un restaurante con dos estrellas Michelin, como Atrio, ni de tener una oferta cada vez más renovada en la que jóvenes chefs dan un giro a las recetas tradicionales en una cocina original y en ocasiones audaz.

Esto quedó patente en mi reciente visita a la ciudad de la mano de Gastronómadas y del Patronato de Turismo de la Diputación de Cáceres, una combinación excelente de esfuerzos e intenciones que consiguió reunir el pasado 9 de noviembre a 30 amantes de la gastronomía, con la finalidad de conocer la oferta gastronómica y cultural de la ciudad.

Y aunque la cita era el día 9, muchos de nosotros pasamos allí la noche anterior, y comenzamos la exploración gastronómica haciendo parada en La Minerva, un espacio moderno enclavado en plena Plaza Mayor, con una magnífica terraza en la que se pueden degustar interesantes tapas, y un animado comedor, con una agradable decoración contemporánea, en el que se sirve cocina extremeña creativa. Una opción francamente recomendable en una visita a Cáceres.

La Minerva CáceresPero el auténtico motivo de nuestro viaje era lo que íbamos a disfrutar al día siguiente en el restaurante El Corregidor (Moret 7, 927 216 109). De la mano de su chef, Francis Refolio, un joven emprendedor y excelente comunicador, disfrutamos en primer lugar de un auténtico show cooking en el que, trabajando con productos de la tierra (principalmente setas y caza), aprendimos cómo seleccionar correctamente boletus y amanitas cesáreas, cómo limpiarlos y prepararlos, y cómo hacer un carpaccio delicado y aromático. Se trabajó también con la perdiz, que preparó al modo de Alcántara, una receta tradicional donde las haya, así como con chocolate. Disfrutamos también de una ensalada de solomillo de jabalí con zorongollo y aliño de escabeche, y de un salteado de espárragos con níscalos y boletus que no soy capaz de describir porque me quedaría muy, pero que muy corta en alabanzas. De postre, repápalos con helado de torta del Casar. Un auténtico lujo esta experiencia.

Francis RefolioTambién conocimos a Severiano Fernández, propietario de la marca de cervezas artesanales Sevebrau, que nos presentó sus dos joyas de la corona: “Gusti” Export Lager y “Castúa” Pale Ale. No hace falta decir que fueron degustadas con alborozo, y que en ellas pudimos apreciar el auténtico sabor de antaño, que Seve se preocupa de preservar, y que es el signo de distinción de sus cervezas.

Tras las oportunas degustaciones, pasamos a la mesa deseosos de conocer el menú sorpresa que Refolio nos tenía preparado. Tan sorpresa que ni siquiera se comunicó su contenido a los medios ni a los propios organizadores del evento. Y poco a poco fuimos descubriendo platos de lo más interesantes: un aperitivo de paté de patatera sociable, (creación de Refolio para evitar que los efluvios del ajo contenido en la patatera echen por tierra las conversaciones de sobremesa), degustación del aceite Jacoliva, jabalí con zorongollo y vinagreta de escabeche, crema de boletus sobre foie, cochinilla (un pez, algo parecido al bacalao negro) con parmentier de calabaza y amanita cesárea, ciervo estofado con níscalos y senderuelas. Para terminar con un postre a base de serradura -postre portugués-, biscuit de higo y helado de Torta del Casar.

Restaurante El Corregidor, CáceresEspléndida comida en maravillosa compañía, pero quedaba aún la otra parte importante: la visita al casco antiguo de Cáceres, aderezada por las historias y peripecias de Lucas, el recitador de romances, y Maese Diego, el ciego más pícaro intramuros, componentes ambos de Cuenta trovas de Cordel, en lo que fue una de las más divertidas visitas turísticas que jamás haya hecho. Dos actores como la copa de un pino que nos contaron historias y leyendas de la ciudad, haciéndonos volar con la imaginación al pasado, y poniendo en apuros a alguna que otra damisela de las que componían nuestro grupo.

Cuenta Trovas de CordelFinalizamos el recorrido con una parada en Abacería, la magnífica tienda de productos extremeños donde muchos pudimos adquirir excelentes vinos y aceites (lástima que no hubiera stock de patatera sociable).

Me gustaría agradecer al Ateneo de Cáceres por el obsequio que nos hicieron (libros y biografías sobre Cáceres y personajes ilustres), a Vega Cáceres y Abacería, por las distintas variedades de pimentón de la Vera con las que nos fuimos pertrechados, al Patronato de Turismo de Cáceres, y a Rafa Prades, alma mater de Gastronómadas junto con Elena Pozueta, gracias al cual podemos vivir estas experiencias maravillosas y recorrer la geografía y gastronomía del país.

Y por supuesto, gracias a Francis Refolio y a su equipo, que nos hicieron disfrutar de una comida memorable en una ciudad de ensueño.

Gastronómadas Cáceres

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Comer en Londres (y III)

Y este es el último artículo sobre los restaurantes que visité en mi pasado viaje a Londres. Me da que alguno me dejo en el tintero, pero ya aparecerá cuando menos me lo espere.

Carluccio’s (Garrick Street, Covent Garden, WC2E 9BH). Cuando te pateas el West End puedes acabar realmente perdido a la hora de elegir dónde comer. Parálisis por análisis, hay tantos sitios que es complicadísimo elegir uno. Tras pasar por Covent Garden y ver que se nos echaba la hora de comer encima, nos encontramos en una calle abarrotada de bares y restaurantes, pero mira tú por dónde, fuimos a parar a la puerta de Carluccio’s, una cadena de restaurantes italianos bastante popular, y sin pensarlo dos veces allí que entramos, sin reserva y con la esperanza de encontrar un hueco. Sólo había que esperar 20 minutos, por lo que pasamos al bar y comenzamos a hojear la carta, y en esas estábamos cuando nos llamaron para darnos una mesa en el piso de arriba.Carluccio's Covent Garden

Carluccio’s Covent Garden es un sitio vibrante, con una decoración moderna, en blancos y rojos, un gran ambiente, y ubicado en un edificio espectacular. Los camareros, de diversas nacionalidades, son eficientes y bastante amables, y la carta es sencilla pero tiene suficientes cosas atractivas como para disfrutar de una comida agradable entre amigos o con tu pareja. No es que el sitio merezca alguna estrella Michelin, ni mucho menos, pero el nivel de su cocina, que está por encima de gran parte de los restaurantes de alrededor, y la decoración y ambiente, hacen que ésta sea una buena elección, y bastante ajustada de precio, sobre todo para estar en una de las zonas más turísticas de Londres. Además, tiene una fantástica tienda de productos italianos…

Plum Valley (20 Gerrard Street, Chinatown, W1D 6JQ). Otro dilema es el que se presenta cuando uno decide ir a comer a Chinatown. Años atrás me encantaba ir al enorme y baratísimo Wong Kei (41-43 Wardour Street), donde los camareros eran increíblemente bordes, lo cual formaba parte de la gracia del sitio, junto con lo de tener que compartir mesa con extraños. La comida no era nada del otro mundo, pero te reías un rato y comías por dos duros. Sin embargo, con marido e hijastrillo adolescente no era plan de jugársela.

Así que tras admirar todo el catálogo de pollos, patos, y otras aves indescriptibles de color rojo brillante que, cual cantos de sirena para los turistas, cuelgan de los escaparates de los restaurantes de la calle principal de Chinatown, y leer los menús expuestos fuera, nos decidimos precisamente por el único restaurante que no mostraba su interior, que no tenía pollos colgando, y cuyo dim sum parecía un poco diferente del resto. De hecho, lo que se veía por fuera era un gran cristal tintado de negro que apenas dejaba entrever el interior, y en lugar de tener aspecto de restaurante chino parecía un sitio bastante sofisticado. Todo en este restaurante decía: «soy diferenteeee, soy diferenteeee!!!!!» Nos tocó esperar un rato, mientras la dueña y sus hijas, todas monas y modernísimas, se afanaban en su trabajo. Finalmente pasamos al comedor, decorado de forma totalmente contemporánea, con lo que los ingleses llaman “mood lighting”, vamos, lo que viene siendo poca luz, y focalizada sobre cada una de las mesas, creando un clima íntimo y relajado. Ni rastro de decoración china. Ni de pollos colgando.
Plum Valley Chinatown London
Foto: Londoneater.com

Y parece que acertamos en nuestra elección. La comida estaba bien ejecutada, y las raciones eran bastante generosas y bien presentadas. Tenían una amplia selección de dim sum, algunos bastante creativos y sabrosos, y el resto de platos no se quedaba atrás. Si a eso le sumamos que los camareros eran bastante correctos, lo cual en Chinatown es una lotería, y el servicio ágil, y que la cuenta fue el equivalente a unos 75 euros por tres personas, creo que la relación calidad/precio de este sitio es muy satisfactoria, y desde luego pienso volver la próxima vez para probar muchas cosas que se me quedaron en el tintero.

Union Jacks (217-221 Chiswick High Road, London W4 2DW). Este es otro de los inventos que el imparable Jamie Oliver se ha sacado de la manga. Unos preciosos restaurantes en los que se sirve comida británica “revisitada”. Así, se pueden encontrar los clásicos fish and chips, el Sunday roast (roast beef con todos sus aparejos), empanadas caseras, algún guisote… Hay tres sucursales en Londres, una de ellas en pleno Covent Garden, pero yo fui con mi amiga Silvia a la de Chiswick, que nos quedaba a unos minutos de casa.

Union Jack's ChiswickUnion JacksHay que decir que la decoración enamora, aunque la comida no tanto. Pero uno va allí para comer por fin en un restaurante de Jamie Oliver, qué narices. Como decía, el sitio es precioso, con un montón de detalles encantadores, e igualmente preciosa es la presentación de la comida, usando para ello tarros, cucuruchos de papel, platos antiguos… cosas que te hacen ver el mimo que se pone en todos los detalles. Buena música, una cerveza increíblemente deliciosa, staff bastante amistoso (a pesar de que fuimos súper tarde y pensábamos que nos iban a decir que la cocina estaba ya cerrada), pero la carta no me convenció tanto, y aunque lo que comimos no estaba mal, por el precio que se paga podría haber sido un poco más abundante. No me malentendáis, no es caro en absoluto, pero la pizza que allí cuesta 13 libras, habría costado 9 ó 10 en cualquier otro restaurante. En cualquier caso, disfruté muchísimo la cena con Silvia, y me encantó el ambiente totalmente retro del sitio. La próxima vez iré a algún Jamie’s Italian, para ver cómo maneja la cocina italiana, que por lo que veo en sus programas en la tele, es su auténtico fuerte.

The Anchor (34 Park Street, Bank End, Southwark, SE1 9EF). Guille, adolescente de libro apasionado por las armas, buques de guerra y demás parafernalia militar, tenía como principal objetivo de su viaje ir al Museo de Guerra Británico (Brithish War Museum), así que allá fuimos una mañana bien temprano, para aprovechar el tiempo. Mala suerte, cerrado por motivo de la celebración de un evento. Así que nos dimos un salto al Borough Market, del que ya hablaré en otro post, y después pateamos la zona. Y anda que te anda, fuimos a parar al The Anchor, un pub súper turístico que siempre ves cuando vas en barco por el Támesis. Y decidimos entrar a echar un vistazo, pues desde fuera tenía una pinta magnífica. Y en vista de la pinta y del ambiente, decidimos quedarnos y disfrutar de un almuerzo de pub. Cayeron, cómo no, las típicas salchichas con puré de patatas y gravy, una salsa muy sabrosa que redondea el plato, y fish and chips, un enorme trozo de bacalao rebozado con patatas fritas, guisantes salteados, salsa tártara, y pan con mantequilla.  The Anchor Pub

The Anchor LondonLa comida no fue nada del otro mundo, pero después de una buena pateada, y con el frío que hacía, se agradecía mucho un sitio acogedor donde poder tomarse un respiro. Eso sí, con el postre me teletransporté a mis tiempos londinenses de antaño. Me comí yo solita un sponge pudding with custard (un bizcocho caliente bañado con sirope de arce bañado por natillas calientes con aroma de vainilla) que me aportó calorías para el resto del viaje.

L’Eto Caffé (155 Wardour Street, Soho). Un pequeño y moderno café, de estos que proliferan por todas partes, con varias sucursales en Londres, y con un escaparate abarrotado de dulces cada cual más suculento, que fue el motivo por el que entramos, pero oh, man, ¡qué tartas! Yo concretamente tomé una porción generosa de Honey Layer Cake que a medida que me la iba comiendo iba rezando para que no se acabara. Y Alfredo también disfrutó muchísimo con su elección. Además de dulces, tienen ensaladas, crepes, croissants rellenos, eggs benedict, sándwiches, zumos, batidos, tés de todo tipo, lassis (yogur líquido indio)… Muy recomendable para hacer un alto en el camino y reponer fuerzas, a cualquier hora del día. Y encima, justo en la puerta de al lado, una de las sucursales de la famosa Hummingbird Bakery…leto

Yauatcha (15-17 Broadwick Street, Soho). No puedo negar que nos gusta la comida asiática, y especialmente los dim sum chinos. En Madrid vamos siempre a Don Lay (Paseo de Extremadura 30), que tiene un dim sum espectacular y hecho allí y a mano. Pero queríamos probar cosas nuevas y habíamos oído que aquí podíamos encontrarlas.YauatchaYauatcha es un restaurante precioso, con dos ambientes totalmente diferenciados: la planta calle es luminosa y bulliciosa, mientras que la planta baja es más oscura e intimista. En ambos casos, la decoración es excelente, creando un ambiente muy chic que atrae a mucha gente guapa y alguna no tan guapa pero que se pirra por las pequeñas delicias chinas.

Y a lo que íbamos, dim sum tienen para parar un tren, y separado en la carta según vaya frito, cocido, horneado, al vapor… Además hay muchos otros platos, y tantas opciones atractivas que cuesta trabajo elegir. Y no tomamos postre, pero he leído después que parece ser que en este sitio son absolutamente espectaculares.

La relación calidad precio es muy buena, y es uno de esos sitios en los que es imprescindible reservar para cenar, y también para comer los fines de semana. Muuuy recomendable!

Algunos tips:

Taxis privados: Si vais a Londres y queréis ir en taxi al hotel, no cojáis un black cab. Es mucho mejor llamar a alguna compañía de taxis privados. Por unas 45 libras, tienes al conductor esperándote en Heathrow con un cartelito con tu nombre, que te lleva a pleno centro de la ciudad. Muuucho más barato que un taxi tradicional. Yo contraté a www.tstcars.co.uk

Cambio de moneda: yo no lo he probado, pero dice mi amigo Carlos que el cambio más barato lo da Marks & Spencer. Cobran cero comisión, puesto que lo contemplan como un servicio a sus clientes, y no como un área de negocio. Será cuestión de hacerlo en el siguiente viaje…

¿En qué zona alojarse? Hay varias zonas muy agradables, como Notting Hill o Bayswater, y alguna otra zona conveniente como Marble Arch o las calles paralelas por encima de Oxford Street, pero esta vez nos hemos quedado en la zona de Tottenham Court Road, y ha sido un acierto, pues estás al principio de Oxford Street, junto a Covent Garden y Soho, junto al British Museum, con una de las paradas de metro mejor enlazadas, y con muchísimos autobuses pasando hacia muy diferentes destinos. El hotel elegido, Morgan Hotel. Sencillo pero con todo lo necesario, y el personal es encantador y dispuesto a ayudar en todo lo necesario.

¿Y para moverse? Sin duda alguna, la Oyster Card, que se adquiere en cualquier newsagent (hay que pagar un depósito de 5 libras que te reintegran si devuelves la tarjeta), y que puedes ir cargando con bonos de transporte de uno o varios días a un precio más ventajoso.oyster card

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Comer en Londres (II)

Hola de nuevo! Ya pasadas las fiestas y de vuelta al ritmo normal, continúo con mi repaso a mi viaje a Londres el mes pasado, antes de que mi memoria se esfume definitivamente…

Al día siguiente, y tras el primer y único chaparrón que coincidió con mi semana de estancia en la ciudad (ya podía tener yo la misma suerte con la lotería), me fui a dar un paseo con mi amigo Carlos por el centro.

Tras dar una vuelta por el Soho, donde años atrás trabajamos juntos, me comentó que tenía que enseñarme un sitio curioso en la zona de Carnaby Street, y allá que fuimos a ver el Choccywoccydoodah (30-32 Fouberts Place).

ChoccywoccydoodahEsta cosa de nombre impronunciable es una chocolatería artística en la que prácticamente todo lo que se ve es comestible: todo tipo de esculturas en chocolate, pensadas para pasteles de boda, regalos de empresa, tartas de cumpleaños, regalos de San Valentín… Aquí no hay límites para la imaginación, y merece la pena darse un salto para ver el trabajo de estos profesionales, que por otra parte son absolutamente encantadores y te dedican todo el tiempo que quieras y más.

Pero además de la tienda, que ocupa la planta baja del establecimiento, en el piso de arriba hay un coquetísimo café, con mesitas situadas junto a las ventanas desde las que se ve el bullicio de esta zona comercial mientras puedes disfrutar de un maravilloso chocolate caliente que puedes pedir aromatizado o customizado como más te guste, junto con una tremenda porción de tarta. Y eso hicimos, aunque fueran las doce del mediodía, pero es que la gula tira mucho.

La camarera llegó con dos monumentales pedazos de tarta, acompañados de helado y marshmallows. Y yo me había pedido un té, pero la taza de chocolate blanco que se pidió aquí my friend, era un absoluto escándalo de cremosidad, cantidad, aroma y pecado mortal todo junto. Las tartas estaban ricas, pero tengo que reconocer que las que tienen una cobertura de chocolate duro no me ponen tanto. Eso sí, tras el tremendo atracón ya no pude comer nada hasta casi la hora de cenar.

Café y tarta en ChoccywokydoodahDespués de un paseo por el barrio y una visita a los maravillosos almacenes de Liberty (Great Marlborough Street casi esquina con Regent Street), donde pasamos casi dos horas curioseando en las maravillosas secciones de navidad, decoración y cocina (vale, el Corte Inglés está bien, tiene de todo, es de toda la vida ¿pero por qué no podemos tener aquí almacenes como Liberty?), de la que Carlos casi me tiene que sacar a rastras porque cada cosa era más bonita que la anterior, nos separamos hasta otro día y yo emprendí mi camino a Notting Hill, donde quería dar un paseo y ver cómo estaba el patio por allí.

Pero antes de coger el metro hice un alto en Anthropologie (158 Regent Street), una tienda maravillosa, de la que una no quiere salir nunca, y que reúne moda, accesorios, decoración y “cosas de cocina”.

Anthropologie LondonTodo allí es bonito, diferente, original e inspirador… Así que no me refrené y me compré un precioso y original libro de cocina, Vintage Cakes, que es este que veis aquí porque no puedo evitar daros envidia, es superior a mí 🙂

Vintage CakesCuando lo haya trillado bien (es que me compré otros 13 libros más, y los reyes magos se han encargado de hacer el resto, así que tiempo precisamente no me sobra, más bien tengo parálisis existencial porque no sé por cuál empezar) os dejaré un comentario al respecto.

Ya en Notting Hill empecé mi recorrido con una parada en el Recipeasy de Jamie Oliver, del que ya os hablé en un post anterior, pero el resto del recorrido no fue menos interesante. Entre otros, pasé por:

Ottolenghi (63 Ledbury Road). Es como la tierra prometida, una vez que entras, crees que estás en el cielo. Ensaladas maravillosas con ingredientes exóticos, verduras asadas con aromas desconocidos, pan, pasteles que de bonitos que son te da pena comértelos…  Aquí es donde vienen religiosamente los Nottinghilbillies a por su dosis diaria de pastel de chocolate, o su berenjena asada con queso feta, yogur, cebolla caramelizada, mermelada de limón y col crujiente. La cocina innovadora de Oriente Medio de Ottolenghi hace furor, y se recoge en algún que otro libro que los reyes magos no me han traído pero que ya caerá. La de Notting Hill es la primera de las cuatro sucursales que tienen, y es un pequeño local donde básicamente sirven comida y pastelería para llevar, con sólo una mesa comunal al fondo que tiene espacio para 10 personas y que siempre, siempre, está ocupada. Y aunque mi estómago no daba para más, la barra llena de tentadores pasteles y suculentas ensaladas me obligó (yo no quería) a comprar una pieza de pudding bread and butter con pistacho y sultanas, que me merendé más tarde y que no os cuento cómo estaba.

Ottolenghi Notting HillDaylesford Organic (208-212 Westbourne Grove). Otra maravilla de establecimiento, que combina tienda de productos orgánicos, tienda de artículos de cocina, y restaurante. Daylesford tiene una carta llena de sugerencias deliciosas y frescas, además de totalmente orgánicas, y en su tienda se pueden adquirir gran parte de los productos con los que elaboran sus recetas. Cuestan un poco más que lo que encuentras habitualmente en un supermercado, sí, pero sabes que estás comprando huevos de gallinas criadas en libertad, carne de animales alimentados con pastos en lugar de con piensos, y productos envasados sin aditivos sintéticos. Aquí se puede comprar también pan, verduras y frutas, quesos, mermeladas… es como un pequeño farmer’s market en el que además de comprar puedes disfrutar de un delicioso almuerzo en un ambiente muuuy agradable y relajante, pues encima la decoración es perfecta, con mucha madera natural, luz tenue y relajante… slow food en todo su esplendor.

Daylesford OrganicThe Spice Shop (1 Blenheim Crescent – www.thespiceshop.co.uk). ¿No os ha pasado nunca que lleváis tiempo queriendo cocinar una receta pero lo vais dejando porque lleva un ingrediente impertinentemente extraño que no sabéis dónde encontrarlo? Pues este es el sitio. Una tienda minúscula en una bocacalle de Portobello Road en la que puedes encontrar absolutamente cualquier tipo de hierba o especia, tanto secas como frescas, con unas espectaculares vainas de vainilla, y raíces difíciles de encontrar aquí como el galangal, que tanto se usa en los platos tailandeses. La dueña es no sólo encantadora, sino que te asesora y te explica lo que haga falta, con un profundo conocimiento de sus productos. Además de comprar a granel, hay muchos productos envasados de forma atractiva perfectos para hacer un regalo a un foodie empedernido. Y los precios, para ser Londres, no están pero que nada mal. Abierta siete días a la semana, si vas a Portobello no debes dejar pasar la oportunidad de visitar esta tienda, que además está justo frente a Books for Cooks, así que no hay escapatoria… Si hay algo que no encuentras en España, puedes comprar online, pues tiene un almacén general en Alemania desde el que distribuye a toda Europa.

The Spice Shop

Foto: Alamy, tomada del diario The Telegraph

Este día acabé derrotada, así que me subí al autobús que me llevaba a casa de Silvia mientras disfrutaba de mi pudding de Ottolenghi en el piso de arriba. Y luego dicen que en Londres se come mal…

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Palacio de Cutre: simplemente mágico

Palacio de CutreHace unos seis años conocimos el Palacio de Cutre, y la huella que dejó en nosotros fue tan imborrable que nos prometimos volver. Ha pasado más tiempo del que nos habría gustado, pero hemos podido constatar que todo sigue igual de maravilloso.

El Palacio de Cutre es un antiguo palacio asturiano del siglo XVI, situado en una atalaya en la asturiana sierra del Sueve, muy cerca de la localidad de Villamayor, y a una distancia estratégica de Oviedo, Villaviciosa, Colunga, Lastres, Ribadesella, Cangas de Onís, Arriondas, y los lagos de Covadonga.

En este hotel hay varias cosas impresionantes:

  • Su ubicación: frente a un valle idílico, donde por las mañanas las nubes bajan a ras de suelo, sólo se oye un perfecto silencio roto por los pájaros silvestres y por el tintineo de los cencerros del ganado pastando. Para los que vivimos en la ciudad, abrir la ventana por la mañana en una de las habitaciones del hotel supone toda una terapia anti estrés. El paisaje que se ve desde las habitaciones es realmente impresionante.Vistas desde el Palacio de Cutre
  • Su decoración: Es, con diferencia, de todos los hoteles en los que me he alojado, el más exquisito en los detalles. Aquí todo se ha elegido con mimo, todo es bello, no se ha escatimado en nada, desde el mobiliario hasta el tamaño y calidad de las camas, las toallas y albornoces, perfectos e inmaculados, los acabados rústicos que imprimen un carácter deliciosamente romántico, las zonas comunes que invitan al descanso, los productos de L’Occitane en el baño, las velas en la escalera de piedra, la chimenea en el salón de lectura y en algunas de las habitaciones…Palacio de Cutre
  • La atención al cliente: el matrimonio que regenta este hotel sabe hacer que sus huéspedes se sientan como en casa. Todo es buen trato y saber hacer.
  • Su cocina: un desayuno magnífico servido en delicada porcelana, cenas exquisitas en un ambiente relajado, con una atractiva carta, y menús de temporada muy cuidados y a un precio imbatible. Como ejemplo, el menú degustación de la temporada de setas, con cinco platos deliciosos, tiene un precio de 25 euros, impuestos incluidos.Menu degustación del Palacio de Cutre

El hotel está a pocos kilómetros de varios de los restaurantes más afamados de Asturias, como Casa Marcial, en Parres (Arriondas), o El Corral del Indianu (Arriondas) a unos 20 minutos en coche

Podría extenderme a lo largo de varios párrafos describiendo este lugar mágico, pero para resumir, diré que es el sitio perfecto para una escapada romántica, o para aquellos que necesiten alejarse del ruido y pasar un fin de semana en plena naturaleza, combinando turismo y descanso. Y por supuesto, para celebrar una boda inolvidable, ya que el hotel cuenta con su propia capilla y una maravillosa terraza mirador cubierta de césped, con un roble gigantesco, con vistas al valle.

Cómo llegar:

El hotel está a sólo media hora de Oviedo. En la autovía de Oviedo a Santander, tomar la salida 18, dirección Infiesto. Pasado Infiesto, se atraviesa la localidad de Villamayor, y justo a continuación hay un letrero indicador hacia la izquierda, en dirección a Borines. Tomar ese camino, y tras cruzar la vía del tren enseguida hay un indicador del Palacio de Cutre a la derecha. Seguir carretera arriba y a pocos kilómetros vemos el segundo indicador, tras el cual se llega al hotel enseguida.

Precios:

No es barato, pero el hotel es muy especial, la atención muy cuidada, y la relación calidad precio es equilibrada. Consultar con el hotel porque los precios varían según la temporada, y según la habitación escogida. Las habitaciones que dan al valle, con unas vistas espectaculares, tienen un precio más elevado que las habitaciones que dan a la fachada principal del hotel.

He pasado tres días maravillosos en este lugar, y espero regresar de nuevo en el futuro. Y pocos sitios en los que he estado me parecen tan recomendables como éste…

Comer en Londres (I)

Tras varios días de paréntesis por el lío de las fiestas, vuelvo a mi reciente viaje a Londres, para que no se me quede nada en el tintero…

Cuando voy de viaje, ya sea por trabajo o por placer, no puedo evitar emplear tiempo en buscar de antemano sitios apetecibles para comer, haciendo que mis viajes sean en cierto modo gastronómicos. Así que me lanzo de cabeza a Tripadvisor y rastreo las opiniones para elaborarme una lista de restaurantes interesantes. Pero en esta ocasión no tuve tiempo, con lo que lo dejé un poco al azar, y ¡tacháaaan! la suerte estuvo de mi lado (¿o será que no es cuestión de suerte, sino de buen hacer de la mayoría de los restaurantes?)

El sábado, día de mi llegada, con mi vuelo retrasado y sin tiempo para ir al Borough Market con la tranquilidad que esa visita requería, decidí tomármelo con calma y junto con mi amiga Silvia, me dirigí a uno de los locales que Gail’s tiene repartidos por toda la ciudad, concretamente el que está en Chiswick. Es uno de esos sitios luminosos, con un escaparate que es como un agujero negro, porque lo que ves tras el cristal te abduce irremediablemente y no puedes evitar entrar, sin saber cómo, y comprar algo aunque vengas de darte el atracón de tu vida.

Gail'sgail'sEn Gail’s puedes comprar panes excelentes de todo tipo, y disfrutar de un desayuno o merienda deliciosos, pues la gama de productos dulces es maravillosa. Yo probé un scone con albaricoques y jengibre que me dejó levitando. Pero además se pueden hacer comidas ligeras y sanas, con profusión de sopas, productos orgánicos y verduras. Mi comida estaba compuesta por dos rebanadas de pan rústico (increíble el sabor que proporciona la masa madre) sobre las cuales había unos enormes champiñones con queso cheddar derretido, huevo frito y espinacas.

Gail'sSencillo y reconfortante a más no poder, aunque a los que esto os parezca demasiado simple, deciros que tienen otros platos más elaborados.El personal, joven y entusiasta, te recibe con una amplia sonrisa y te atiende de maravilla. Realmente te sientes como en casa, y cuando sales por la puerta ya estás pensando en la próxima vez que irás…

Y por la noche, ya que estábamos en racha, decidimos ir a un restaurante indio de los de verdad,  Memories of India. Fuimos al de Osterley, pero hay otro mucho más céntrico (18 Gloucester Road). Y debía ser bastante auténtico, pues estaba lleno de familias bien de origen indio y la carta recogía numerosos platos que no he visto en ninguno de los indios de Madrid a los que he ido. Obviamente, nos dimos un festín, y nos relamimos con una selección de platos, alguno de ellos muuuuy picantes.

Memories of IndiaAl día siguiente nos fuimos de shopping navideño al centro, decididas a adelantar las compras de regalos y quitarnos algo de trabajo de encima. Llegado el momento de comer, y callejeando por Carnaby Street, entramos en uno de esos noodle bars asiáticos con decoración trendy y luz tenue en los que compartes largas mesas con otros comensales, y sales bien comido y con el bolsillo en buenas condiciones.

ChaCha Moon LondonCha Cha Moon (15-21 Ganton Street) tiene estilo, no cabe duda. Allí tienes un menú diario por £10, aunque los precios a la carta son bastante asequibles. De la cocina, completamente a la vista y llena de cocineros orientales impecablemente uniformados y que se afanan ante los woks y las grandes ollas al vapor, salen platos con un aspecto excelente, y las raciones son inesperadamente generosas. No diría que está todo exquisito, pero la relación calidad precio y la decoración y el ambiente bien merecen una visita.

Por la noche pude disfrutar de la compañía de mis amigos Carlos y Michael, que me invitaron a cenar en su piso del Soho. Como era un poco tarde, Michael vino a casa con un take away de Wagamama, que solía ser uno de mis sitios favoritos hace trece años, cuando sólo había un establecimiento en el Soho. Ahora tienen 29 sucursales tan sólo en Londres, y muchas más repartidas por todo el país.

WagamamaTanto los noodles fritos como el arroz estaban aceptables, pero muy normalitos, aunque la maravillosa compañía hizo que la cena fuera estupenda. La gran decepción fue cuando fui cuatro días más tarde con mi marido y el adolescente desgarbado que tengo por hijastro a cenar a la sucursal de Wagamama en Holborn, y pedimos sopa de ramen, que nos encanta. Resulta que te sirven la misma sopa, pidas la que pidas, y se limitan a añadir distintos ingredientes al final, con lo que todas las saben igual, pues al no haber cocido los ingredientes en el caldo, éste no ha cogido el sabor de los mismos. Nunca mais!!!

En cualquier caso, mi ruta gastronómica continuará en par de posts más, pero me gustaría decir que, en contra de lo que se piensa, Londres es una ciudad donde se puede comer increíblemente bien, y con precios para todo tipo de presupuestos. Otra cosa es que se viaje con lo justo y no haya más remedio que recurrir al fish and chips, pero esa es otra historia…

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Londres: de libros y cacharros de cocina…

Uno de mis objetivos en mi viaje a Londres era visitar algunas de sus increíbles tiendas de libros, en las que siempre me siento maravillada por la amplitud de los espacios, la brutal cantidad de referencias que tienen, y la profusión de butacas, mesas de trabajo, espacios infantiles e incluso animadas cafeterías que ponen a disposición de sus clientes.

En ellos, si quieres revisar varios libros, y tomarte tu tiempo para echar un vistazo a fondo, no tienes que quedarte de pie incómodamente, o meterte en una hacinada jaula de cristal. Te vas a tu sillón, y te tomas todo el tiempo del mundo. Como tiene que ser.

Para los enamorados de los libros de cocina que podáis leer en inglés, os recomiendo encarecidamente dos sitios:

Foyles (113-119 Charing Cross Road. Metro Tottenham Court Road)

Todo, absolutamente todo lo que quieras leer lo tienes ahí, pero además, la sección de libros de cocina es espectacular. Absolutamente imposible irse de allí sin uno o más libros. Están todos ordenados por conceptos, de modo que es fácil encontrar lo que se busca, y puedes encontrar desde libros antiguos de repostería francesa, a manuales de gestión de restaurantes, revistas australianas de cocina (muy interesantes, por cierto), una amplísima gama de libros de baking y decoración de tartas, hasta libros especializados en bodas, incluyendo cómo hacer un buen discurso. Si entras en Foyles, es posible que seas abducido y nunca se vuelva a saber de ti.

Books for Cooks (4 Blenheim Crescent, Notting Hill. Metro Notting Hill Gate, Ladbroke Grove, y Westbourne Park. Cierra Domingo y Lunes)

Estanterías atestadas de libros de cocina. Tantos, que te parece imposible que existan tantos libros de cocina en el mundo. Pero es que la dueña tiene una especie de síndrome de acumulación de todo lo que pille sobre este tema. Si se entera de la existencia de un libro de cocina, lo trae a su tienda. Así que este es el place to go. Y además, una cocina al fondo hace de laboratorio donde poner en práctica tanta sabiduría contenida entre sus cuatro paredes. Si vas con tiempo o planificas tu viaje, puedes apuntarte a uno de los talleres de cocina. Y por supuesto, y siguiendo esta costumbre británica que adoro rendidamente, puedes disfrutar de una buena taza de té y un trozo de tarta mientras hojeas tus próximas adquisiciones. Definitivamente, me pediría esta tienda para reyes…

Hay muchas otras librerías importantes en las que poder encontrar una buena selección de libros de cocina. Por nombrar, nombraría a Waterstones, con muchas sucursales en la ciudad, entre ellas en Oxford Street y en Trafalgar Square, y WHSmith, en cuya tienda en el centro comercial Westfield, con una sección de libros de cocina que no tiene nada que envidiar a la de la Fnac aquí, tenían unas rebajas taaaaaan brutales que no pude evitarlo, y compré esto que veis:

Libros de cocinaY todos esos libros a precio de saldo, la mayoría de ellos a £10 por dos libros. No me preguntéis cómo, pero conseguí repartirlos entre las tres maletas que llevábamos (menos mal que iban poco llenas). Unido a las siete fantásticas revistas de cocina que también compré, ahora tengo tarea y diversión para rato…

Y en cuanto a las tiendas de cocina, no tuve oportunidad de ver muchas, pues no eran mi objetivo, pero sí deciros que muy céntricas podéis encotrar en Shaftesbury Avenue (Metro Picadilly Circus) un par de tiendas: Leon Jaeggi y Nisbets, ambas muy enfocadas a profesionales de la restauración. Pero hubo una que me gustó especialmente y que encontré por casualidad: Kitchen Ideas (70 Westbourne Grove, metros Bayswater y Royal Oak). Es como una gran ferretería pero sólo de cosas de cocina. En sus baldas atiborradas se puede encontrar casi de todo, y los dueños son un auténtico encanto. Es un sitio realmente auténtico y honesto, en el que lo importante es el producto, y no las marcas de moda ni las fiebres pasajeras, con lo que aquí sabes que vas a encontrar buen producto a buen precio.

Kitchen ideasKitchen ideasPero lo que ya me dejó muerta es Recipease, el pedazo de local que ha montado Jamie Oliver junto al metro de Notting Hill Gate, en la esquina con Pembridge Road. Creedme, queréis ir a ese sitio, aunque aún no seáis conscientes de ello. Es indudable que este chico tiene no sólo talento para la cocina, sino un olfato innegable para los negocios. Ha montado un local de dos plantas, en el que abajo funciona una tienda y arriba un restaurante de comida sencilla y natural, que actúa como un verdadero imán. La decoración es sobresaliente, maravillosa, todo está presentado de forma exquisita, con una pátina vintage e industrial. Los productos se apilan en cajas de madera antigua, los envases son primorosos y tan bonitos que sólo por ellos ya los comprarías. El personal es joven, guapo y absolutamente encantador. La iluminación es perfecta, y lo mejor de todo… las cocinas para los talleres. Ahí, justo en medio, en ambas plantas, hay unas cocinas estupendas, en forma de isla cuadrada en medio de la tienda, en las que los alumnos disfrutan aprendiendo mientras degustan una copa de vino tinto, que es como tiene que ser, mientras los demás miramos embobados y muertos de la envidia pensando “yo quiero estar ahí, yo quiero estar ahí, yo quiero estar ahí…”

Recipease Recipease RecipeaseEn fin, he vuelto con el corazón partío. Ayyyy, si no fuera por ese grandullón con el que comparto mi vida, seguramente tomaría la decisión de volver a vivir allí. Pero de momento va a ser que no. Eso sí, desde ya estoy planeando mi próximo viaje, con curso en el Recipease incluido y otra razzia en WHSmith. Y que me quiten lo bailao!

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Londres, un viaje pendiente

Londres

Ya estoy de regreso de mi viaje a Londres, la ciudad a la que «emigré» en el 97 y en la que pasé tres maravillosos e intensos años . Tras ocho años sin ir, la ciudad está más imponente que nunca, y he visto y disfrutado tanto que no sabría ni por dónde empezar a contarlo, con lo que tengo la impresión que de este viaje van a salir varios jugosos posts. Además, he tenido la inmensa suerte de tener un tiempo magnífico: bastante frío, pero nada que no resuelva un buen abrigo y un par de guantes, y la gran suerte de no tener nada de lluvia, incluso días con sol radiante. ¿Qué más se puede pedir?

De todo lo que he visto, que ha sido mucho, hay algunas cosas que me han llamado la atención:

La increíble mejora en la atención al cliente: todos los establecimientos tienen mucho personal, que está perfectamente orientado a hacer que la experiencia del cliente sea positiva. Así, en la entrada de las tiendas (los grandes establecimientos ubicados en las calles importantes) una persona te saluda y te pregunta si te puede ayudar. Lo mismo pasa en los bancos, y hasta en el aeropuerto. En los restaurantes y cafés hay mucho personal, ves una actividad incesante y apenas tienes que esperar a que te sirvan. Y cuando lo hacen, es con unos modales exquisitos y una amplia sonrisa. Es inevitable pensar en cómo se hacen todavía las cosas aquí en muchos sitios y establecer comparaciones…

La ciudad está plagada de cafés, bakeries y establecimientos para picar algo rápido y agradable. En cada esquina encuentras un sitio maravillosamente decorado donde tomarte un buen capuccino con un cake o un muffin. Por supuesto, la fiebre de los cupcakes también ha contagiado a los británicos (había que ver las colas en la sucursal de The Hummingbird Bakery en Portobello Road), pero lo más destacable en este momento es la moda de establecimientos con un diseño fabuloso (en los que invariablemente se da una mezcla de estilos rústico e industrial), comida sencilla y natural, y una deliciosa gama de tartas, bizcochos y pasteles, en los que hay grandes mesas compartidas, cocina a la vista, música cool y un ambiente joven y desenfadado. Un gran ejemplo de ello es Gail’s, con sucursales en todas las zonas trendy de la ciudad. Otra tendencia es la de los locales con una iluminación muy tenue, con una atmósfera intimista, en la que resulta reconfortante comer en un entorno sosegado o tomarse un té. Muy recomendables para recobrarse del ritmo frenético de la ciudad.

Los precios de comer o cenar en Londres han bajado escandalosamente desde la última vez que fui. Por 20/25 libras (unos 25/30 euros) puedes comer estupendamente, incluso en sitios de moda. Así que he disfrutado de lo lindo…

Ahora se pueden encontrar muchísimos establecimientos espectaculares súper especializados (en especias, comida japonesa, tartas decoradas, etc.) en los que encontrar de todo. Entras en un supermercado japonés y se te descuelga la mandíbula. Entras en uno indio y se te vuelve a descolgar. Claro está, que si entras en el de Marks&Spencer o cualquier otra cadena de supermercados te pasa lo mismo. ¡Qué forma de exponer el producto! ¡Qué variedad! Todo apetecible, maravillosamente envasado, en unas estanterías preciosas y con una iluminación acogedora…

La verdad es que los británicos no cocinarán mucho, pero es evidente que sienten pasión por la comida. Y hay una enorme cantidad de programas de cocina en televisión que ya me gustaría que llegaran a España. Y no me quejo, que con Canal Cocina y la Sexta con Chicote voy servida de momento. Pero no puedo evitar sentir un poquito de envidia…

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